Resumen :
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Nuestro hablar de Dios hoy reclama, entre otras cosas, pasar del lenguaje de la cabeza al lenguaje del corazón, de la ideología a la experiencia. Como dice el autor, “el siglo XXI está reclamando una Iglesia más diestra en el oficio de la mistagogía que en el administrar la Verdad, más experta en el lenguaje de la imaginación religiosa que invita a cruzar fronteras e ir más allá de los deseos que en el viejo oficio de resolver problemas morales, más ducha en suscitar maestros y maestras espirituales que en administradores y gestores del ‘tinglado’ pastoral”.
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